miércoles, 5 de marzo de 2008

Nuevamente en Sydney

Nuevamente en Sydney.

En tres horas y media de vuelo bajamos los 2500km que recorrimos de Sydney a Cairns en el Greyhound en 25 días. Todo estupendo excepto por el detalle de que, al igual que el celular en el bondi, dejamos la máquina de fotos en el avión. Somos de terror! Dónde tendremos la cabeza?! Esto no es todo, porque cuando llegamos al backpacker sumamos a nuestra bronca el hecho de que nos querían cobrar 24 dólares por el charter del aeropuerto al hostel… no es de ratas, siempre es gratis! Juampi estaba furioso y tanto escándalo hizo que lo terminó pagando el backpacker. Tomá!

Nos reencontramos con Thomas y Marcel, dos de nuestros compañeros de Fraser. Salimos bajo la lluvia a unos bares por King Cross, un barrio a 25 minutos caminando. Después de bailar y divertirnos, decidimos volver temprano para aprovechar nuestro último día juntos. Fue terrible emprender la vuelta porque ninguno de los mil taxis que pasaban nos quería llevar. Parece que no levantaban sudacas… y esta vez la furiosa era la Coqueta, indignadísima con tener que caminar bajo la lluvia.

Al día siguiente, después de visitar el mercado chino (donde era un show ver a los coreanos gritando “Uan dola, uan dola” para vender los canastos de fruta al mejor estilo once o retiro) e ir a misa, nos aprontamos para tener una ultima cena especial. Queríamos ir a “The Rocks”, un barrio muy pintoresco de Sydney, y quizás aprovechar para probar canguro. Pero en vez de esta gran noche, el destino (o nosotros mismos) nos tenía deparado otra de las suyas. Entre que Juampi terminó de hacer unos backups de fotos y Agus su bolso se hicieron las 10 de la noche y todo intento por encontrar una cocina abierta fue en vano. Estos australianos son terribles. Pleno centro de Sydney y TODOS los restaurantes muertos… Así que, acongojados, tuvimos que resignarnos al “plan b”. Fuimos al super y compramos un pollo al spiedo, un quesito camembert, una ensalada y volvimos rajando al backpacker ya que la cocina cerraba a las 11. Llegamos 11,05. Conclusión: cocina cerrada. No teníamos ni platos, ni cubiertos, ni sal, ni pan, ni galletas de arroz, ni nada. Lo único que quedó por hacer fue pagar unos 10 dólares por unos platos y cubiertos de plástico. No tan romántico como lo programábamos. Después fuimos a un bar, para estar tranquilos, pero solo encontramos mesa dentro de la sala de las maquinitas. Para levantar un poco el ánimo (y el nivel) de la última noche nos pedimos unos baileys, pero no aceptaban tarjeta y entre los 2 no llegábamos al cash, así que pagamos uno y tuvimos que dejar el otro. Patético. Una decepción total. Definitivamente no era así como nos queríamos despedir. Por suerte la bargirl se compadeció y nos dio el otro también.

1 comentario:

luis.W dijo...

Vamos Juampi, animos que esta experiencia queda for ever. Estamos todos contando los dias para abrazarte. Te queremos